lunes, 31 de agosto de 2009
Luis Dellepiane
por Enrique Pereira
DELLEPIANE, Dr. Luis (1895-1951) Fue una personalidad eminente de la Unión Cívica Radical. Un político de extraordinaria capacidad intelectual.
Siendo estudiante “Luisito” militó con fervor en el movimiento reformista, incorporándose muy joven al Radicalismo.
Integró la convención Nacional en la década del fraude y fue uno de los pocos afiliados radicales que actuó en F. O. R. J. A., de la que uno de los principales sostenes intelectuales, ejerciendo la presidencia de la entidad...
Dellepiane era un orador poderoso, que sabía trasmitir su pensamiento con fuerza y claridad. En 1946 llegó a la Cámara de Diputados de la Nación, sobresaliendo en el bloque “de los 44”. Fue reelecto en 1948, por cuatro años, mandato que no se completó por su fallecimiento, tras una larga enfermedad, el 31 de agosto de 1951.
Quedaron sus posiciones radicales y progresistas en el Diario de Sesiones, donde su palabra vibró en tiempos de tormentoso enfrentamiento entre radicales y peronistas; buen escritor, algo indisciplinado, su pensamiento está disperso en múltiples hojas de lucha en todo el país. Tuvo un visionario anhelo por la conjunción de las fuerzas democráticas de América Latina y basaba sus ideas en la praxis de los gobiernos de Hipólito Yrigoyen. Estuvo entre los fundadores del Movimiento de Intransigencia y Renovación.
En lo personal, Dellepiane fue un hombre afable, cordial, permanentemente dispuesto a brindar todo su saber a todo aquel que lo abordaba. Y Dellepiane, que sabía mucho de filosofía, de historia, de política… “brindaba verdaderas clases magníficas y gratuitas en una mesa de café, en un rincón de un comité o en casa de amigos.”[i]
[i] S/ L. Dellepiane, palabras del senador nacional (M. C.) Dr. Luis A. J. Brasesco al autor, el 15/9/1999
Fuente: http://diccionarioradical.blogspot.com/2007/10/dellepiane-luis-por-enrique-pereira.html
domingo, 30 de agosto de 2009
Yrigoyen y la abstención electoral del radicalismo
Un día como hoy en 1912, tras la aprobación de la ley Saenz Peña que consagró el sufragio secreto y obligario, el Comité Nacional emite un manifiesto al pueblo anunciando el levantamiento de la abstención y la vuelta a la acción electoral.
Al respecto el lider radical Hipólito Yrigoyen decía: " ...es así qué la abstención no ha sido entonces un recurso político militante sino una suprema protesta ,un recogimiento absoluto y un total alejamiento de los poderes oficiales, para dejar bien establecido en el presente y en la historia y como demostración al mundo que nos mira que la Nación no tenía ninguna comunidad con los gobiernos, que en hora fatal le arrebataron el ejercicio de la soberanía... hemos dejado resuelto el más vital de los problemas de las ciencias morales y políticas, resguardando a la patria las facultades plenas que son la primordial condición de los pueblos civilizados para avanzar expansivamente hacia su destino en acción noble y altiva, fundando su prosperidad y poder sobre las sólidas bases del ejercicio de su soberanía, porque vanas serán siempre las ofuscaciones del progreso, si no se basan en el establecimiento del orden moral y político".
Fragmento del libro "Mí vida y mí doctrina", Hipólito Yrigoyen
miércoles, 12 de agosto de 2009
Moisés Lebensohn, un espíritu inquieto
por Osvaldo Alvarez Guerrero
Moisés Lebensohn (12.08.1907-13.06.1953) es un caso paradigmático de lo que llamaría la cuota de "ignorancias parciales y recuerdos restringidos" en la historia política argentina.
Los pertenecientes a esa esfera de confusas exclusiones en las diversas corrientes de la historiografía nacional se invisten con el rótulo de figuras secundarias. Esa clasificación de personajes del pasado en jerarquías de importancia y trascendencia pública no ofrece objetividad.
La Historia no es una ciencia exacta. Por lo tanto, es frecuentemente arbitraria. Los historiadores suelen responder, y es casi inevitable que así sea, a preconceptos ideológicos, políticos, religiosos y hasta provenientes de simpatías personales.
Desde el punto de vista exitista de la vida política como carrera por la ocupación de cargos estatales, (escala valorativa hoy de moda ) se comprende el olvido o la ignorancia de la trayectoria de Lebensohn.
El único cargo público nacional que tuvo fue el de convencional constituyente en 1949. Designado presidente del bloque radical, desde allí se opuso a la reelección presidencial. Denunció las cláusulas de corte totalitario, como el estado de guerra interno, que le permitía al presidente decretar la intervención de las fuerzas armadas en reemplazo de los poderes Judicial y Legislativo.
En un discurso de sólido contenido jurídico y político, señaló cada uno de los componentes autoritarios del gobierno del general Perón y de la drástica eliminación de las libertades de prensa y expresión de las ideas, que caracterizó a su régimen.
Al retirarse con su bloque de la Convención Constituyente reunida en tan irregulares condiciones, y en respuesta a los gritos de la mayoría "¡Que se vayan!" exclamó: "Volveremos, para dictar la Constitución de los argentinos". Poco más tarde, Lebensohn sufrió la cárcel por razones políticas durante más de un año y allí se quebrantó su salud física definitivamente.
Pero lo importante de Lebensohn no está en los cargos que ocupó, sino en su intensa vida política desde el llano y en la coherencia y lucidez de su pensamiento democrático.
Por lo pronto, Lebensohn fue mucho más que un lúcido crítico del conservadurismo fraudulento de los treinta y del autoritarismo populista de los cuarenta.
Periodista (fundador y director del diario "Democracia" de Junín, un ejemplo de periodismo moderno, inteligente y profundo); estudioso de la filosofía política y la economía, fue seguramente el teórico más interesante e inteligente de la Unión Cívica Radical.
Queda de su pensamiento un puñado de discursos y de artículos periodísticos de lógica impecable y de vigorosa elocuencia. Hace décadas que no se reeditan, ni siquiera se difunden por el partido al que perteneció.
La claridad expositiva de esas pocas piezas lebensohnianas no excluye un ideario denso y complejo que se filtra tras una escritura lineal con sentido pedagógico y esclarecedor. Pero además de intelectual comprometido, Lebensohn fue hombre de partido, un dirigente activo de la renovación de las estructuras partidarias del radicalismo, un formador de cuadros militantes juveniles, incansable misionero, tribuno de palabra racional y emocionada retórica, una síntesis difícil y pocas veces alcanzada por el discurso político.
Muchas de las ideas de Lebensohn eran el producto de las concepciones políticas y económicas de su tiempo y de su generación: el Estado de bienestar y la democracia social, en buena parte plasmados en el tantas veces invocado y poco conocido Programa de Avellaneda del Movimiento de Intransigencia y Renovación de 1945.
El yrigoyenismo de Lebensohn era dinámico: no estaba anclado en el elogio acrítico de los gobiernos del gran caudillo. Por el contrario, lo consideraba la semilla de un proyecto inconcluso y muchas veces deformado por sus seguidores, por sus adversarios y por las propias limitaciones del fundador del radicalismo.
La de Yrigoyen había sido una revolución democrática frustrada, aun latente en sus principios fundamentales. Para Lebensohn ese proyecto seguía inconcluso, no solamente interrumpido.
La idea lebensohniana tiene una dialéctica abierta que no culmina en el círculo acabado de la geometría utópica. Lebensohn era un espíritu inquieto y, a medio siglo de su desaparición, aún se despliega, potente, en las dos grandes líneas de su ideario: la democracia social y la condición intangible de la persona humana.
El materialismo marxista, al que conocía en profundidad, nunca hizo carne en él. Su concepto de las igualdades sociales y económicas lo condujeron a una concepción flexible de incomplitud en los procesos sociales. No creía en la lucha de clases como motor de la historia, sino en la posibilidad movilizadora de las necesidades insatisfechas materiales y espirituales, que alientan la inquietud de la condición humana en todas las capas de la sociedad. Era socialista en cuanto al valor de la igualdad y la justicia, pero su idea del desarrollo humano absorbe la chatura opaca de una sociedad definitiva.
Afirmaba que "no pueden invertirse los fines del Estado, cuyo intervencionismo sólo puede referirse a la administración de las cosas y a los derechos patrimoniales, y no a los derechos del espíritu, morada de la libertad humana". Por eso la libertad, como realización indelegable del individuo, como desenvolvimiento de todas las potencias de la persona, signaba todo su pensamiento.
Hay una introspección poética de la vida del hombre que constituye en Lebensohn el punto central de su sensibilidad y de su ética política y lo alejaban de cualquier materialismo. De ahí que concibiera a la Argentina como una república que no constituye un simple trozo de territorio, un mercado o una factoría rica, ni una nación metafísica basada en etnias, religiones o lenguas, sino como sitio expansivo de la "causa del género humano".
Su valor fundamental era la libertad. Pero "la libertad no está oprimida sólo por las dictaduras, sino también por el privilegio económico. La Argentina nació como una república con el valor supremo de la libertad. Y quien abjure de la libertad -señala- está abjurando de su condición de argentino".
Lebensohn murió a los 44 años, el 13 de junio de 1953. "No debo morir", decía en su lecho final. No parece que el Partido Radical de hoy esté recordando sinceramente los deberes que se imponía el alma agitada de Lebensohn, ni mucho menos recogiendo su mensaje. Más bien su dirigencia lo está suicidando. Poco interesa, porque Lebensohn supera de lejos la decadente conducción de un partido que perdió su rumbo y envejeció en su propia laxitud quedantista. Nunca fue una figura cómoda para los dirigentes enquistados.
Sin embargo, y eso es lo que importa, para las jóvenes generaciones su prédica y su modelo de vida, de severo compromiso público, registran una actualidad sorprendente. Conviene releerlo.
sábado, 8 de agosto de 2009
Vigencia del Radicalismo
La vigencia del partido político que fundaron Leandro Alem e Hipólito Yrigoyen se debe a sus principios, valores, programas, doctrina e historia sustentados por hombres y mujeres que a lo largo y a lo ancho del país abrazaron su ideario, estamos hablando de los radicales.
Ahora bien cabe una pregunta para estos tiempos que corren, de qué se trata ser radical? A modo de respuesta puede decirse que el sujeto radical es aquél que cuando tuvo que tomar una definición política se afilió a un partido político que sustenta los valores de libertad e igualdad, conjugados con una ética y con un sentido del compromiso civil de fortalecer las instituciones de la República.
Hoy muchos radicales lo son más por su historia que por su presente y lo son también esperanzados en un mejor futuro partidario.
Los radicales de los que hablo son aquéllos que desde el anonimato controlan los comicios, quienes participan en las campañas difundiendo boca a boca, puerta a puerta las propuestas, los que con orgullo y emoción de generación en generación relatan historias, los que por estos días están contentos y con optimismo por el resurgir del centenario partido.
Radicales los hubo y los hay de todo tipo personalistas y antipersonalistas, unionistas e intransigentes, moderados y progresistas, ahora ante ello cabe interrogar acerca de si existe un radicalómetro para determinar si uno es más radical que otro, la racionalidad indica que no, no obstante es intención de esta nota hacer un reconocimiento a esos hombres y mujeres que simplemente les sienta bien la definición de radicales.
Gracias a ellos ha sido posible echar por tierra los oscuros deseos de extinción del radicalismo y garantizar la vigencia de un partido político, siempre con la expectativa de que se puede reconstituir, de que se puede mejorar y desde donde poder reflexionar, trabajar e imaginar una ciudad, una provincia, una nación con un futuro mejor.
Cada vez que el partido se rompió, o quienes lo conducían se doblaban ante las tentaciones del poder, con tesón esos ignotos radicales lo mantuvieron de pie, por eso este reconocimiento a quienes simplemente quieren ser radicales.
http://www.lacapital.com.ar/ed_impresa/2009/8/edicion_289/contenidos/noticia_5066.html
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