El reloj de cuarzo
que al mismo tiempo tiene brújula precisa,
también una veleta le hace compañía;
y números de complicado calendario
activado por las fases de la luna.
Este reloj polifacético
fue el botín de guerra
de los gigantes que construyeron megalitos
en la isla de Malta.
Erigida como férrea plataforma del Mediterráneo
discurre en medio de mil tormentas,
arremolinándose alrededor de un trébol místico
el rastro de los carros que dejaron profunda huella;
en el suelo insular antes de la invención de la rueda
es un ecléctico detalle para asombro ulterior.
Al contemplar La Valetta
desde una carlinga etérea,
se avizoran pasadizos entre los islotes;
tal vez la ruta segura hacia la playa
donde el barco del apóstol Pablo se salvó del huracán;
fortín sordo al alarido de los sitiadores
aros candentes frustraron cada intento
de arriar la bandera invicta
centinela del tesoro oculto en el halcón maltés…
La estrella del estandarte
sigue el ritmo de una veleta,
dirigida por un reloj magnético;
íntimo espacio que brinda cobijo al náufrago
y serena paz a los desterrados,
la llamada de un teléfono pretérito
confirmaba desde los acantilados de antaño
que esta isla sería una fortaleza imbatible
en mitad del mar.
por Jorge Ángel Luna Rosado
de Colombia
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