Tantos años trabajando en el mismo fuero, lo conocía pero solamente de mención, luego buscando algunas firmas pude apreciar su apego por el rojinegro y también por el heavy metal.
Un tiempo después integré el equipo que él dirigía en relación a los cursos sobre pericias judiciales en el Centro de Capacitación Judicial, donde pude tomar nota de su arte para mediar ante distintos conflictos.
Por mí andar cansino con una sonrisa solía dispensarme el tratamiento de: “Flecha veloz”, para luego abordar cuestiones relevantes.
Hace unos diez días lo encontré en la calle, estaba de muy buen semblante, nos pusimos a conversar, arranqué con una intro con frase pavota, le dije: “te tenía que llamar” y cagándose de risa me respondió con otra pregunta: “y por qué no me llamas?”, para luego, sonrojo mediante, explicarle que estoy trabajando en una tesis, que accedí a unos de sus libros de procesal penal y que tras terminar de confeccionar un cuestionario vinculado a la misma lo contactaría.
Hoy pasado el mediodía me sorprende la noticia de su partida, impactado aún por lo súbito de la misma, recordando aquella frase del amigo francés de barrio Belgrano quien sostenía a modo preámbulo de las noticias necrológicas: “están pasando cerca las balas”.
Quedan como legado los libros y artículos del jurista, sus fallos como magistrado, quedando como recuerdo su calidad humana y su sonrisa.
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