Santiagueño de Añatuya, con familia radicada a la vera del camino en Santa Rosa de Calchines, en el departamento Garay.
Luchador incansable de la vida al punto que a la par de su tránsito desarrollaba movimientos pugilísticos de esos que en la jerga se denominan hacer sombra, como si fuera el más avezado boxeador.
Lo conocí a través de los Comités de la UCR de Barrio Ludueña, donde compartíamos la militancia, lo conocí simplemente como Cachito, el hombre fuerte de Pasaje Charrúa, muy querido en distintos reductos barriales de lo que orgullosamente definiamos territorialmente como La Catorce, por aquello de mantener la vieja división jurisdiccional establecida por la policía de otros tiempos.
Con su desvencijada bicicleta tenía tabulado todo el barrio y zonas aledañas las que a diario recorría.
Una de las formas de subsistir de Cachito era a través de distintos carritos donde con frio o con calor, parrilla mediante armaba fuegos para vender distintas opciones que pasaban por las brasas o también haciendo changas en negocios cuidando que los amigos de lo ajeno no hicieran de las suyas.
Radical hasta los huesos como le gustaba autodefinirse, tan intensa fue su entrega al Partido Radical que ocupó distintas responsabilidades y a modo de reconocimiento a su militancia llegó a ser Presidente del Comité Oficial de la UCR en Barrio Ludueña.
Noctámbulo de tres apellidos, solidario, notable asador, milonguero, protector, contador de historias vivenciadas, tanto de las malas como de las buenas.
Una de las últimas que supe escuchar fue cuando contaba orgulloso haber conocido a su hija a quien afectuosamente llamaba Verito, corriendo la iniciativa por cuenta de ella quien ingresando a su juventud estaba en procura de conocer sus raíces.
Una anécdota que lo pinta de cuerpo entero fue cuando le dijo a quien escribe que no fuera a determinada zona por ser muy peligrosa, la inconsciencia de esos años movieron a no tener en cuenta esa recomendación y cuando se estaba por materializar su premonición, una voz desde el terraplén interrumpió la secuencia de la escena, con simplemente decir “no lo toquen, es mi amigo, solo está aquí para ayudar a los vecinos”, frenó el cuadro de hostilidad, tras lo cual se escuchó “si es tú amigo, está todo bien Cachito, hagan lo que tengan que hacer”, recuperando la normalidad de la respiración este humilde mortal.
Distintas circunstancias llevaron a distanciarnos, hoy me anotician de su partida hará unos dos meses, lo cual me mueve a escribir estas lineas a modo de tributo al digno Felipe Ruperto con quien supimos compartir tantas luchas partidarias en el querido Barrio Ludueña.