(*) John Steinbeck
Abandona la idea de que terminarás algún día. Olvida que llevas 400 páginas y escribe solo una página cada día, eso ayuda. Luego, cuando hayas terminado, estarás sorprendido.
Escribe lo más libre y rápidamente posible y pon todo lo que se te ocurra en el papel. Nunca corrijas o reescribas hasta que ya no se te ocurran más cosas. Reescribir mientras se escribe es usualmente una excusa para no avanzar. Además, interfiere en el flujo y el ritmo, que solo pueden ser fruto de una especie de asociación inconsciente con el tema.
Olvídate del gran público. En primer lugar, el público sin nombre ni cara te darán un miedo de muerte y, en segundo lugar, a diferencia del teatro, no existe ese público. En la escritura el público lo constituye un solo lector. A veces ayuda elegir a una sola persona, alguien real o imaginario, y escribir como si se hiciera solo para ella.
Si una escena o una parte te resultan difíciles y aun así piensas que la quieres incluir, déjala y continúa escribiendo. Cuando hayas terminado de escribirlo todo puedes volver a ella y quizá descubras que te dio tantos problemas porque no estaba en el lugar correcto.
Desconfía de una escena que te guste demasiado, más que las otras. Por lo general resulta ser una imposición.
Si escribes diálogos, repítelos en voz alta a medida que los vayas escribiendo. Sólo entonces sabrás cómo suenan.
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