El lazo de amistad se fue forjando a través de colores, fuimos pasando del morado al rojo y blanco y del rojo y blanco hacia el color naranja.
Con ese apodo tan peculiar supe conocerlo en la alta casa de estudios de Córdoba 2020, él incursionaba en los pasillos y las aulas de la planta alta, en mi caso, las de la planta baja, ello hasta que su carrera se mudó hacia la República de la Sexta.
Cabe indicar que eran tiempos de la primavera democrática de los ochenta y que compartíamos la militancia universitaria en Franja Morada.
Un tiempo después, en mi tercer laburo volví a encontrarlo en la vieja DGA situada en la siberia, recuerdo que caminaba por el larguísimo pasillo que lo llevaba a su puesto de trabajo con un walkman clavado en sus orejas, vaya a saber escuchando qué música, y siempre con su andar tan particular.
Recuerdo que al verlo un veterano compañero, hablamos del apreciado gordo Nazca, este afirmaba a boca de jarro: “Mirá como vienen ahora las nuevas generaciones, nene”.
En menos de un año cerré ese ciclo laboral y ya no tuvimos contacto, ni laboral ni partidario dado que si bien militábamos en el radicalismo, lo hacíamos en distintas facciones, volviéndonos a reencontrar ya en clave de rojo y blanco, casi dos décadas después, cuando me incorporé a las filas del milletismo y como un anuncio de la etapa que vendría, compartimos esa participación en la lista naranja.
Con vuelta de página respecto de la militancia activa y definida la opción por desarrollar carrera judicial seguí en contacto con el hombre quien me dispensaba el tratamiento de “Vila”, “Negro” y otros apelativos mientras que por mi parte nunca lo traté por su nombre o por su apodo vaya a saber por qué razón.
Ya no nos veíamos en los comités, ateneos o centros de estudios sino en barras o en mesas, al amparo del color naranja, bastaba una simple voz: “cuando me vas a invitar a tomar un par de negroni’s “, para luego ponernos a definir horario y lugar donde poder encontrarnos y deleitarnos con los placeres que dispensan esos tragos y también cabe indicar que el hombre era cultor de la buena mesa para lo cual con esmero y dedicación solía preparar deliciosas lasagnas o guisos de lentejas además de hacer las veces de asador, siempre con la idea de compartir ese disfrute.
Recuerdo que no mangueaba libros, fichaba en la pila que tenía este mortal sobre una mesa del comedor y a posteriori me comentaba que los había adquirido y leído, ello solo con la idea de compartir puntos de vistas sobre dichos textos; también sorprendía con sus conocimientos informáticos o con sus logros de diplomatura y licenciatura en administración pública como también con su viaje a México para realizar estudios de perfeccionamiento para optimizar su condición de servidor público; y a propósito de lo mexica, tenía como una devoción por esa nación azteca como también por su gastronomía al punto que para matizar los tragos siempre pedía lo mismo, nachos monterrey y el botellín de salsa Tabasco o si viajaba a Buenos Aires seguro que a posteriori comentaba algo así como “estuve en Xalapa”.
Al margen de esas disquisiciones nuestros encuentros siempre estuvieron matizados por información política, en general partidaria (consignando que ambos estábamos inactivos en términos militantes), por historias de vidas y también por temas familiares, para lo cual tenía instaurada una remanida muletilla “fui a la sede, estuve con tu hermana” o mi hermana a posteriori diciéndome “me vino a visitar tu amigo”.
En los últimos tiempos con mucha entereza supo poner de manifiesto una dolencia que lo afectaba acompañada de la resolución que le habían indicado médicamente, donde decían que le habían dicho que con una intervención quirúrgica se disiparía dicho malestar, era admirable ver como avanzaba por ese camino con la idea de superar el cuadro, lamentablemente no pudo ser así, compartimos un almuerzo hace un par de sábados, se había rapado, pero se encontraba de muy buen semblante degustando un herbáceo terma sin alcohol y con la buena onda de siempre dando señales de que iba por el buen camino con el nuevo tratamiento, en los días posteriores siguió el contacto con el seguimiento del mismo pero ya las cosas no venían bien, estaba atravesando tiempos de tempestades.
Es muy raro estar escribiendo estas líneas a modo de semblanza, el Francés Leopoldo solía decir pasan cerca las balas, con este caso de cercanía agregaría que las esquirlas ya rozan la piel,
parece que fue ayer que compartimos una última comida con el amigo, con la noticia de su partida también cesan estas últimas semanas de calvario para su cuerpo y para su familia, quedan vigentes historias de vida, anécdotas e infinidad de brindis y buenos momentos compartidos. Solo resta agradecer su generosa amistad y decir que se lo va a extrañar y como. Hasta siempre querido Lumpen.
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