martes, 23 de diciembre de 2008

Un crimen político?


Por Rogelio Alaniz

Raúl Seco Encina, el intendente de Vera, fue asesinado. El crimen tal vez sea una tragedia, un drama o simplemente una noticia policial. En cualquiera de los casos Seco Encina no merecía morir de esa manera, de un disparo a quemarropa bajo la luz rabiosa del sol de diciembre. ¿Fue un crimen político? No lo fue en el sentido social del concepto, pero de acuerdo con la información disponible la víctima era un dirigente político y el asesino también lo era.

Las diferencias que precipitaron el desenlace no fueron privadas, fueron públicas. El asesino fue el candidato peronista en las recientes elecciones. No fue intendente por muy pocos votos, pero podría haberlo sido. Está claro que el peronismo como fuerza política no es el responsable del crimen, pero lo cierto es que el criminal era un dirigente peronista y las causas que precipitaron al crimen eran políticas, por más que se confundieran con negocios privados y refriegas personales
Se dice que el asesino estaba furioso porque Seco Encina le había clausurado el hipódromo. Hay que prestar atención. No era la clausura de una cooperadora escolar o de un dispensario, ni siquiera de un local partidario, sino de un local que respondía al sugestivo nombre de “La Ilusión”.

En Santa Fe o en Rosario se habla del norte provincial muchas veces sin conocerlo. Se dice que es violento, salvaje, que en las noches de luna llena aún se siente el alarido que anuncia el malón. Son macanas. En el norte hay muchas realidades superpuestas. Como en cualquier parte. Como en cualquier parte en el norte hay gente honrada, honesta y valiente. Y también hay de lo otro. En ciertos ambientes aún se ponderan tradiciones violentas; la hombría de bien se confunde con el crimen; el honor muchas veces huele a muerte; la pobreza por un lado alienta el resentimiento y aún sobreviven empresarios, policías y políticos inescrupulosos que sólo en detalles se diferencian de los hampones.

A Seco Encina lo mató un hombre con nombre y apellido, pero fundamentalmente fue víctima de esas tradiciones. Alguien dijo que el intendente muerto no era un dechado de virtudes. No me consta ni me interesa. Que yo sepa Seco Encina no mató a nadie, pero él ahora está muerto. Esa diferencia es la que distingue al asesino de la víctima. Los dos tienen nombre y apellido. Y también filiación partidaria.

Fuente: Diario "El Litoral" - 23.12.08

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