de Joaquín Sabina (*)
A mí turbia conciencia le debo
almohadas en vela,
a una intrusa el ardiente placebo
de carne sin tela.
A los años les debo las canas
que siembran los años,
al futuro la oscura mañana,
el postrer desengaño
A un eclipse de musa le debo
mis versos más ñoños,
a la copa de ajenjo que bebo
el gingseng del otoño.
Al presente le debo la vida
de cuerpo presente,
al ayer una copa, una herida
fugaz e insolvente.
A la escuela le debo sumandos
que sumaban poco,
mí maestro enseñaba lampando
tan cuerdo y tan loco.
Dando cuerda al reloj del revés
en mitad de la calle,
la desesperación, los porqués,
la razón y el detalle.
Yo pensé que en denantes los treinta,
desde el homo fáber,
el artista pagaba su cuenta
de efebo cadáver.
Pero luego la parca, ya veis,
hace bises en vida,
me tenéis a los cincuenta y seis
cultivando la herida.
La cuestión cuando llama a mí puerta
mundanal ruido
son las ordenes claras y ciertas
de que ando reunido.
Con los pájaros que sobrevuelan
mí innoble cabeza,
y la media lunita que riela
el mar de mí pereza.
Al desliz de un cupido insolente
le debo la vida,
al amor el amor de la gente
en los tiempos de sida.
A la suerte debo la fortuna
de haberte encontrado,
a la noche las mil una lunas
de miel que he gozado.
(*) del libro "Versos satíricos, esta boca es mía"
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