miércoles, 16 de julio de 2008

Las derrotas del oficialismo



El gobierno se sigue equivocando y continúa acumulando derrotas políticas. Ayer, la movilización rural triplicó a la convocada por Kirchner. Para la mitología peronista esta derrota en la calle es grave. Siempre dijeron que el pueblo se expresaba en la plaza y los oligarcas en los salones. Siempre sostuvieron ser los representantes de las mayorías populares enfrentadas a las minorías del privilegio.

Lo sucedido ayer refuta este mito en toda la línea. Ya lo refutó el 25 de mayo en Rosario. Hoy vuelve a hacerlo. No es verdad que el país está dividido por mitades en este tema. La división existe lamentablemente, pero en esa división la minoría pertenece al gobierno. Que la señora Cristina Fernández diga que lo que valen son los votos y no la gente en la calle es cierto. Habría que agregar que la tradición peronista siempre sostuvo lo contrario. Este retorno a las más elementales normas de instrucción cívica por parte de los peronistas no deja de ser una ironía. O la confesión de un fracaso.

El conflicto no concluyó el martes. Tampoco concluirá con las sesiones del Senado. Puede que el gobierno se imponga en la votación. Pero la victoria va a oler más a debilidad que a fortaleza. Hasta esta mañana, la votación del peronismo dependía del voto de Ramoncito Saadi. Resulta sugestivo que el triunfo de la supuesta causa nacional y popular dependa de Saadi. No concluyen allí las paradojas. También resulta sugestivo que el apoyo más consistente que disponen los Kirchner sean los caciques del conurbano bonaerense, expertos en asestar puñaladas por la espalda.

A decir verdad, a la Argentina los actos del martes no le han aportado nada. Los dos fueron innecesarios. Los oradores no dijeron nada que ya no se conozca. Una diferencia sin embargo debe registrarse. En Palermo se habló del futuro; en la Plaza Congreso se habló del pasado. El acto de los ruralistas insinuó el nacimiento de una estrategia opositora; el acto del peronismo se pareció más a una despedida.

La ausencia de la presidenta en la Plaza del Congreso merece ser considerada como un acto de prolijidad institucional. Así debería haber sido evaluada si no existieran los antecedentes que conocemos de un poder compartido. Hoy, esa ausencia es evaluada como una debilidad. Lo curioso es que si Cristina hubiera estado en la plaza también habría sido un signo de debilidad.

Lo trágico en este gobierno es que hoy haga lo que haga se debilita. Si gobiernan los dos es un abuso. Si gobierna uno solo es una derrota. Si pierden la votación en el Senado pueden llegar a perder la totalidad del poder político. Si la ganan, todos vaticinan más revueltas. En ajedrez, cuando el rey y la dama están en peligro todo jugador sabe que debe evitar el jaque mate. En política se debería actuar con la misma lógica. Cualquier político lo entendería así. Menos los Kirchner.


Por Rogelio Alaniz
Fuente: Diario El Litoral de Santa FE


http://www.youtube.com/watch?v=pNlmn7vbXBQ

No hay comentarios: